viernes, 15 de enero de 2010

El milagro de Lapares



Estaba sentada con Lapares junto a la barra, degustando unas copas mientras explorábamos el entorno. La noche prometía. Un joven imberbe de mediana estatura, camisa blanca recién planchada y aspecto de exitoso ejecutivo, de los de antes de la crisis, con toda la vida y el futuro de color rosa por delante; llegó imantado por los agudos pechos recién estrenados de mi amiga. O quizás fuese atraído por el halo que desprendía su frente, estábamos bajo los ultravioletas. El muchacho apareció surgiendo de la nada y se aposentó con seguridad entre ambas.
- ¡Hola chicas! - agradecimos silenciosamente el cumplido - ¡qué solas estáis! – nos dijo en tono pícaro.
Era un tipo decidido, con aplomo y simpatía natural. También tenía en su
haber un más que notable cuerpo de gimnasio. Se intuía que era seguramente comedido hasta la hora de llegar al lecho. En el saldo negativo, originalidad rozando mínimos. Lo imaginé vendiendo luminosamente seguros de vida con sus fuertes y atractivos bíceps, sin pronunciar ni una sola vez palabras relacionadas con la muerte. Ascendiendo por la empresa hasta un cierto límite, con la facilidad y naturalidad del medianamente inocente de buen carácter. Un futuro plácido y prometedor.
- No te preocupes, ahora que tú has llegado, todo irá bien – le dije algo melosa inclinándome hacia él pero el muchacho continuaba con los ojos fijos y absortos en la última compra de mi amiga. Se veía que se interesaba mucho por la chica y que deseaba intensamente indagar en busca del origen de su inexplicable y repentina atracción. Yo diría que hasta se sentía confuso por la intensidad del enigma. Un flechazo, advertí.
- ¿Estudias o trabajas? – le soplé rutinaria, gritándole al oído cuando me pareció que se quedaba mudo ante la sonrisa que Lapares desplegaba en todo su esplendor. Estaba realmente muy bonita ese día. Él apartó la oreja un poco molesto, ya fuera por mi suspiro de final de frase o por la estridencia del comienzo. Es lo malo de los hombres decididos, no les gusta que seas tú quien tome la iniciativa, desplazándolos además de su centro de gravedad, en este caso, mi radiante amiga. Volvió a clavar los ojos con firmeza, en esta ocasión, en el rostro de Lapares y también, por primera vez, en su mirada, que no pareció disgustarle. Alzó un poco la barbilla, sometido de entrada, como diciendo que sí, que contestara a la pregunta, que eso sí le interesaba.
- ¡ME CAGO EN LA EDUCACIÓN Y EN EL TRABAJO! – resumió Lapares rotunda y tajante, gritando más que yo.
El muchacho vio por un instante el abismo desde el jirón de la nube en la que se había sentado pero cerró los ojos, volvió a acomodarse entre algodones y con una sonrisa indecisa le preguntó por qué.
- ¿Por qué pues POR QUÉ VA A SER? ¡Porque es una Mierda!!! ¡Qué mierda de vida y de democracia es ésta? ¿Me lo puedes decir? ¿Acaso lo sabes? ¿Elegir, el qué? ¿Sabes cuántos años de mi vida me he pasado en el colegio? – botó un poquito sobre el taburete a medida que se iba entusiasmando con su discurso y la minifalda pareció encogerse levemente – Bueno, pues te podrás imaginar, exactamente los mismos que tú ¡Parecemos hechos en serie! Todos iguales ¿No es lo que querían? ¿Igualdad? – Se detuvo un momento para darle un par de sorbos a la copa que sostenía - Y ¿para qué? ¿PARA QUÉ? ¿eh? ¡aparte de para tener un poco de conversación! ¡Como si hubiéramos visto el mismo serial en la caja tonta! Que si Shakespeare, que si dos más dos cuatro , que si el puto gato de Schrödinger que es más famoso que sus putas botas ¡Nos roban! – bebió más tragos mirándolo fijamente. Luego continuó - ¡La vida! ¡Años y años de hacer cosas que no deseaba hacer y de levantarme a horas que tampoco quería! – Pestañeó y él se quedó serio, yo suspiré, le quedaba bien ponerse serio pero era evidente que no era por mí - ¡Días de memorizar el pensamiento de hombres que se murieron en la edad de piedra! – Lapares fue siempre muy mala situando acontecimientos en el calendario - ¿Tú te crees? ¡Mierda, mierda y mierda! – Bebió de nuevo para refrescarse la garganta y prosiguió enojada mientras el taburete se tambaleaba, por un segundo creí que iba a ceder pero aguantó con decidida firmeza - ¡Mi infancia y mi vida reguladas porque a 4 idiotas se les ocurrió que teníamos que tener educación y que eso era importante! Gracias a dios ya me he olvidado de las 3/4 partes aunque por desgracia siempre quedarán flecos sueltos – se apenó de pronto y se echó otro trago con la intención de consolarse, un hilo de whisky se escurrió de la copa y resbaló por su nuevo escote - ¡Qué mierda, tío, de verdad! Mi vida encauzada, sometida y dirigida por el pensamiento de ¡unos tipos muertos! ¡Ese mierda de Rousseau! ¿Era Rousseau? Bueno, quien fuese. Me cago en sus cojones. – levantó el vaso como si fuera a hacer un brindis –¡ La educación salva al hombre, lo hace libre! ¿Tú te crees que puedan decir semejantes chorradas? ¡Con todos los intelectuales que han muerto en las cárceles y con todos los mierdas de dictadores cultos, coleccionistas y amantes del arte y de los libros; con los asesinos refinados como aquel caníbal que se zampó el pene de su amante…! - bebió otro trago con un gesto de asco - ¿Te puedes creer que tuvo un par de ideas y yo ahora tengo que obedecer a su cerebro muerto del que sólo quedarán los huesos en vez de vivir mi vida como me dé la gana? …Ideas del Roussou ése o cómo se llamara, no del caníbal. – aclaró al ver nuestra expresión – aunque seguro que también, pfff – se atragantó un momento - Y de tantísimos otros, todos muertos, podridos. Bueno, ya no tanto, – prosiguió sin aparente ilación – ahora hago más lo que me parece y no lo que me dicen aunque igual me he operado – dijo llevándose las manos a los pechos, soñadora y sonriente. Luego Lapares volvió al tema - Gracias a dios los estudios se acabaron ¡por fin! pero ahora tengo que obligar a mis hijos a estudiar porque si no me meten en la cárcel o me los quita la asistencia social diciendo que no los atiendo bien. Mierda de asistentes, como no podemos meternos en su vida, ellos se meten en la nuestra, como los putos vampiros – afirmó de mal humor - ¿No serás asistente? ¿No? – le preguntó sujetándole por el brazo - pues mejor ¡que ya está bien, hombre! ¿No crees? – el bollycao asintió conforme - Mira ¡es que tengo que traicionar a mis propios hijos para salvarme! – se enjugó una lágrima - ¿Democracia? ¡U-na-mier-da! Una tiranía ¡una Dictadura de muertos! – Lapares apoyó todo su peso sobre la barra, sin soltar al muchacho y apuró el vaso - ¡Como ratas siguiendo al espíritu, corrupto, del flautista-director-dictador! ¡Bailando con una música pasada de moda! ¡Coño! – se enjugó otra lágrima con cierta amargura.
El chico vaciló, trató de consolarla, me miró amable, dándose cuenta apenas de mi existencia. Luego pareció hacerse cargo de que la atracción por Lapares iba mucho más allá de sus pechos y saltaba incluso el escollo de la mención a sus hijos.
- Es auténtica – musité y asentimos a la vez, él embobado y traspuesto, sin posibilidad de defensa, yo sorprendida, incluso después de tanto tiempo de conocerla.