lunes, 13 de agosto de 2012

Viaje a la Alsacia

La antigüedad de los terrenos da lugar a unas formas características: suaves, redondeadas, ni agresivas ni hirientes, tampoco blandas, sino macizas; dimensión regular en altura y en extensión, volúmenes macizos, más no excesivos. Se recuerda bien el verde oscuro de los árboles, el cálido intenso del terreno, las dimensiones de las plantas. En esta comarca también los árboles tienen características formales acusadísimas: son fuertes, robustos y macizos. Sus hojas se disponen apretadas entre sí, y muy próximas y el aspecto de conjunto es una masa redondeada, densa y considerable. Por si esto fuera poco hay animales que repiten, en su esfera vital, esas mismas características. En ninguna otra comarca hemos visto caballos como los de Alsacia. Es posible que esto sea coincidencia, pero es importante notar que todo conserva aquí las mismas características.
Voici un lieu du monde ou tout reste et se tait, le seul réduit oú l´ame est tout ce qu´elle était. (cita del poeta)

lunes, 6 de agosto de 2012

De aquellos viejos tiempos en que el honor era una palabra que se decía y utilizaba, al igual que todas las referentes a la ética, como un sofisticado florete antes de la barbarie, me fue legado, por la intercesión de un padre honesto, un sólido bloque de reglas por las que regir y en las que enmarcar mi conducta, de aquí a la eternidad, y que me sirvieron también como guía en la actividad periodística que desarrollaría en los tiempos futuros. El sentido de la justicia me impidió, como hacen otros colegas con exquisita labia y facilidad, criticar con saña y malevolencia taquera a la posible competencia de los recién llegados y de los espontáneos, a quienes los más veteranos tratan, sin remilgos, de quemar las alas que un día podrían quitarles el puesto o que, después de la muerte de Dios, la del periódico, ya les están arrebatando; razón que, añadida como un plus a la de mi sexo, explica suficientemente el hecho de que fuese las más de las veces relegada a tareas menores en el rincón oscuro de la profesión, algo que nunca, en el fondo, me importó demasiado mientras conservase la libertad de pensamiento y expresión, la que te da exquisitamente la falta de atención de los demás - y que consiste no en poder llamar idiota a los idiotas sino en poder decir lo que crees sin que te llamen idiota, reflejos de cristal inverso -. Por fortuna o por desgracia, la jaula constituyente del soporte vital de mi espantapájaros particular, el esqueleto que permite la postura erecta, fue atemperado por la más dócil y dúctil ética de la parte materna. Las reglas de la madre fueron siempre más aparentes y temerosas, sentidas quizás desde afuera y acompañadas internamente de un determinado son de fondo, difícil de percibir entre todos los otros rumores y la cadencia de algún baile insinuado que nunca se atrevió a esbozar. Recuerdo ahora su recuerdo de un día en que la pillaron a solas e intentaron sobornarla con un jamón. Mi padre se enfadó con ella cuando volvió a casa, no por aceptar un soborno sino por coger el jamón. Cuando el chico suspendió y aquellos padres encolerizados pasaron a pedir cuentas, ya sin ninguna elegancia, mi madre cayó de pie de su guindo particular, comprendiendo por fin a medias que la razón del enfado de mi padre no era del todo incierta. Se ofendió, más dolida por su error de juicio y por el afecto perdido de aquella pareja, en quienes había creído encontrar solamente amabilidad y cariño, que por el intento de corrupción. Mi padre la creyó inocente, pura e ingenua como un cántaro de leche pero yo que he llegado a conocerla mejor, de mujer a mujer, de hija imitadora a modelo existencial, sé que si no entendió la Idea de que la estaban sobornando fue más porque un jamón de mierda, fuese o no fuese pata negra, no era precisamente su idea de lo que pudiera ser un premio gordo ostentado tentadoramente ante sus ojos - para usted, señorita, por lo menos, un conde, le decía su profesor ya en parvulario - que por inocencia radical ante los extensos y constantes males de este mundo.