viernes, 23 de octubre de 2009

Tremendo y odioso malhumor




- Hola ¿qué tomas?… Es para invitarte a la próxima – dijo con simpatía y terminó la frase disparando rápidamente el famoso tic de los bares desde sus chispeantes y alegres ojos verdes; cuyo valor en el mercado, a la vista estaba, conocía bien. Claro que a mí, cuando los haya, me gustan morenos.
- Ginebra, doble.
- ¿Solo ginebra? Deberías probarla con…
- Doble. Si me invitas que sea a ginebra. No soporto a los deberías.
- ¿Qué? Los qué?
- Los deberías esto o deberías aquello.
- Bueno, mujer – se rió algo perplejo y volvió a guiñarme su ojo verde, lo tenía repe – sólo era para aconsejarte, para que probaras. Está muy bueno – dijo sugerente. Se quedó en pausa, esperando que le preguntara el qué, vestido como iba de punta en blanco. No soporto a los deberías.
- No me gusta nada probar bebidas nuevas, ya tengo las mías – sonreí de mala gana, conciliadora, pues tampoco era cosa de desperdiciar la copa aunque en mi interior estaba convencida de que la aclaración sería inútil. Conozco bien a los impermeables deberías.
- ¿No? Pues no sabes lo que te pierdes, tal vez deberías probar a ser más abierta.
Lo miré con mala cara y se dio cuenta.
- Bueno – se corrigió – quería decir que siendo abierto uno puede descubrir cosas que ni siquiera sabía que podía disfrutar.
- ¿Quieres decir? – le pregunté de pronto sumamente irritada, esa copa ya estaba tardando y costando demasiado - ¿que a cambio de la copa quieres que abra las piernas para que encuentres de una vez mi puntito Jeje? – me sorprendí a mí misma pero este hombre había conseguido en apenas unos instantes enojarme de verdad.
- Ah – contestó algo serio y tenso - ¿te va eso de inventar interpretaciones? a mí también. – hizo una pausa - Me encanta Freud.- Me dirigió una mirada extraña y llena de curiosidad. - ¿No has encontrado aún tu punto G?
- ¿Me estás diciendo que eres un sueño y que debería estudiar a Freud? – le pregunté agresiva, molesta por su mirada – porque tampoco soporto a ese tipo y para mí, en todo caso más que un sueño serías un soñador o un iluso, si lo prefieres.
- No, no estoy diciendo eso – contestó, en un tono que me hizo adivinar que había dejado escapar la oportunidad de beber gratis – Sólo te pregunté si conoces a Freud – afirmó chulesco y dándoselas de culto, con Freud, que es más conocido que los Reyes Magos.
- Pues no, no tengo el susto – contesté rápida.
Se calmó haciendo una inspiración y mirando hacia otra chica.
– Y no, no pretendo abrirte las piernas. – Vaciló mientras me miraba y de pronto se fue de perdidos al río – Bueno, tal vez sí – reconoció en un inesperado acceso de sinceridad idiota, ya casi a punto de irse.
- Míralo, ahora va de sincero. Pero ¿quién te ha dicho que funciona así? Decir obviedades sólo te hace parecer tonto. No deberías...
- ¿Cómo que no debería? – me cortó – Ah ¿entonces tú sí puedes? Pues no ¡deberías! ser tan injusta. – Se alejó irritado.
Le seguí y le tiré de la manga.
- No me digas lo que debería hacer, no me conoces de nada. Y bebo lo que me da la gana.
- ¿Lo que te da la gana? Pues eso está muy bueno con una rodaja de limón, bien amargo y con tequila – dijo soltándose - Deberías probarlo a ver si así de la curda te abres de piernas para que alguien te folle y te cambia ese humor de perros que tienes. Alguien ¡DEBERÍA! hacerlo.
- ¿Ah, sí? – me enfadé. - ¿Ves? Se empieza por un deberías y mira cómo terminas ¡Grosero de mierda! Si ya lo sabía yo, no se puede esperar nada bueno de un deberías como tú. Tienen personalidad tiránica. Te ofrecen algo sólo para chantajearte después. ¿Así que ahora si no me abro de piernas, no hay copa? ¡Tremendo! ¡Deberían echarte del bar por chantajista! ¡Machista! ¡Maltratador! – grité en un acceso de furia, con lágrimas de rabia en los ojos ¡Qué maleducado!
Inesperadamente y sin duda arrepentido de haberse dejado llevar de su mal
genio y de su vocabulario zarrapastroso, se disculpó y me invitó a la copa prometida e invitó también a mis amigas, que nos habían rodeado mientras todos en el local nos contemplaban atentos. Supongo que el tipo tenía la intención de ampliar el círculo de posibles piernas abiertas aunque la verdad es que luego desapareció. Aún así, me dije a mí misma que no debería hablar nunca más con ningún deberías. Son insoportables, vaya un malhumor y ¡ni siquiera conocen el puntito Jeje!