sábado, 6 de septiembre de 2008

Por amor


(Banda sonora:)

Llegué a mi habitación derrengada, después de subir a pie las ocho plantas del antiguo edificio. El ascensor no funcionaba. Por el camino, que olía a lejía mezclada con moho, comprobé en cada piso si la máquina estaba atascada en algún lugar y con la puerta abierta al vacío pero no era así. La caja no se encontraba en todo el recorrido, algo muy misterioso que, en cualquier otro momento, habría despertado mi curiosidad. Pero no esta noche.
No es que hubiese encontrado a mi novio con otro, no, era el mismo de siempre, sólo que esta vez no me habían querido entre ellos. Definitivamente, habían dicho. Una vez más, desbancada en la vida por un hombre, el famoso techo de cristal, blindado, que, en vez de romperse estrepitosamente sobre mi cabeza sólo la abollaba dejándome a medias inconsciente.
Me agaché y lamí el suelo del rellano del tercero, allí donde estaba aún fragante y húmedo de la fregona, apenas se notaba el sabor de la lejía, muy diluída. Demasiado lento, me dije y seguí subiendo. El hueco de las escaleras está enrejado, no sé por qué pero así es, desde antes de que llegara a vivir aquí. Tal vez sea porque el edificio es realmente antiguo.
No tengo tranquilizantes ni somníferos en los cajones de la mesilla, siempre dormí bien aunque poco. Las ventanas a la calle no me convencen, podría caer sobre alguien y por una vez, quisiera estar sola.
Colgarme y sacarle la lengua al mundo, eso estaría bien.
El móvil que suena, oh, siempre tiene que sonar en los instantes decisivos, como una bifurcación de la carretera en ojos de un borracho que vuelve a casa al amanecer.
Lo cogí.
Era mi ex, el ingeniero, no el que acababa de largarme, el anterior, al que dejé yo. Había encontrado otra vez trabajo y quería intentarlo de nuevo.
- Te demostraré que soy un hombre responsable, como tú querías. Se gana bastante, verás que es verdad que el otro lo perdí por la crisis y no por vago.
- Lo siento. Ahora soy yo... también me han echado. No me encuentro bien.
Pausa
- No es que me alegre - dice contento - pero ¿ves? Le puede pasar a todos.
- Sí - murmuro.
- No te preocupes, gano bastante. Podemos arreglarlo. ¿Querrás? Bueno, perdona ¿Nos vemos? ¿Quedamos y hablamos?
- Estoy cansada esta noche... Llámame mañana ¿vale? A las 10:37.
- Sí.
Cuelgo lentamente y sonrío. Bien, parece que ya no necesito matarme para no morirme de hambre. Hay futuro pues, maldita crisis. Me siento sobre la cama, me coloco bien los ligueros negros sobre las medias rojas y me echo a reir. Me felicito mientras contemplo dulcemente el látigo colgado inmóvil desde hace ya meses en la pared y lo acaricio con la mirada. He adelgazado un poco así que el corsé me apretará menos. Y a él ya le habrá crecido de nuevo la barbita. Suspiro. De nuevo al curro, y sin pasar por el INEM.