lunes, 14 de abril de 2008

Suplemento cultural, informativo de los lunes: Lapares

Aún era de noche, el coche se movía muy despacio por las calles oscuras, de lado a lado, sin mucha decisión. Brillante y engalanado con un perfume tibio a alcohol. De improviso, con un ruido, un breve salto, un carraspeo, se detuvo en mitad de la avenida. El hombre que conducía se giró hacia mi mano que aún acariciaba la palanca y su pierna y me miró sorprendido.
- Me gustas mucho - susurré en su oído, le mordí el lóbulo y descendí con la lengua lentamente hasta su boca. Me respondió besándome intensamente. Sus labios se deslizaron hacia mi cuello y enseguida siguieron las manos, explorando bajo la blusa. Cuando desabrochó el sujetador recordé a su amigo, sentado en la parte trasera y pude sentir su desolación silenciosa. Extendí el brazo hacia atrás, buscándole y dejé que me aferrara y me acariciara con desesperación.
Los dos besaban, palpaban, lamían con avidez, compartiéndome sin preguntas. La mente en blanco, mis sentidos ocuparon todo el espacio empañado. Sentí los dedos bajo la falda y entre las piernas y correspondí en los pliegues de la cremallera del pantalón. El primero, decidido, empujó mi cabeza hacia abajo. Ahí asomaba, enhiesta y exigente, otra cabeza. Abrí mis labios y la envolví. Desde el asiento trasero esperaban turno sin decir palabra. El número 1, satisfecho al fin, bajó del coche y se perdió en las sombras. El otro pasó delante y me llevó a su casa.

... Subir las escaleras a trompicones, abrir la puerta, desnudarnos, rápido. Por el pasillo quedaron las prendas, los zapatos, los accesorios, todos los estorbos. En su habitación dejamos el olvido y el alcohol y en el placer intenso de violar las normas, nuestros sentidos cobraron vida en un ser que nos enredó con sus tentáculos de pies a cabeza, en una tempestad que sólo se calmó al dormirnos por la mañana.
Después... la nada.