viernes, 28 de marzo de 2008

Las preguntas del sueco impasible


Las diferencias culturales no abarcan, según me indica mi experiencia, tan sólo al color de la piel y del baile, también influyen en la mente, esa manera distintiva de comprender y abarcar el mundo que nos rodea y del cual formamos parte, al menos temporalmente. La curiosidad toma distintos derroteros según el país del que se proceda. Nunca olvidaré las preguntas de mi impávido sueco:
- ¿Cuántos habitantes tiene esta capital?
- No los he contado - bromeaba yo sonriente para esconder mi ignorancia ante el hombre al que trataba de impresionar.
- ¿Cuál es el nombre de esta planta junto al coche?
- Pino
- Ya, pero el nombre específico, científico - sonreía (Cabrón)
- Pinus algus, no sé, no lo recuerdo exactamente - respondía dulce y segura de mí mientras pensaba en que si le respondiera Lelus preguntus se quedaría igual, el latín y el sueco no deben ser muy afines.
- ¿Cuántos visitantes recibe diariamente este parque?
Me rendí y me sinceré (buen comienzo para una relación)
- Pónmelo más fácil, anda, ¿no prefieres preguntarme cómo se llama mi padre o cuántos hermanos tengo? ¿O el % de algodón que tiene mi pantalón? (De ésta llevo chuleta)