El sueco impasible

Durante la cena, se armó tremenda trifulca callejera entre 2 machos aguerridos, la gran ballena azul y el ballenato joven y atrevido, debido al roce de sus carros y el local se vació en pro de la curiosidad y de la búsqueda del mantenimiento de la armonía social en la que todos nos involucramos. Entre 6 ó 7 de los comensales más fuertes lograron semi-sujetar a la gran ballena mientras que yo y otras dulces mujeres tranquilizábamos con dulces palabras al ballenato, al que convencimos sin demasiada dificultad de que volviese a su carro y se marchase rápida y dulcemente. Cuando volví a entrar en el local, estaba completamente vacío, sin camareros incluso, a excepción de mi sueco que de espaldas a la ventana, continuaba tranquilamente despachando su cena. Desconfiada eché un vistazo a la mía, no la había tocado. Me senté y le expliqué para que no se llevase mala impresión que lo que acababa de ocurrir no era algo habitual en mi país pero me pareció que la esencia de Europa se mantenía apaciblemente ajena a otras realidades.
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