viernes, 26 de octubre de 2007

Noche de ronda



La casa del Pelusilla es la casa del pueblo: la puerta está siempre abierta y la gente entra y sale sin avisar ni de lo uno ni de lo otro. Es el albergue de los coleguillas que, medio borrachos, no pueden llegar hasta su casa.
La otra noche me colé dentro a la vez que dos chicos a los que nunca había visto, hasta hacía unas horas en el bar. Me dirigí sin dudarlo al dormitorio y para mi sorpresa uno de ellos también lo hizo; él, a su vez, me miraba intrigado. Una vez allí nos plantamos los dos al pie de la cama mientras el Pelusilla dormía. Abrió de pronto un ojo y nos miró sin decir nada, yo me senté sobre el colchón y el otro, quizás por extensión, al estar en una casa común, se sentó al lado con intenciones visiblemente deshonestas. Este muchacho no es que estuviera más cerca de la edad de las chicas del instituto, es que si hubiera repetido uno ó dos cursos, a lo sumo, cara de ello tenía, aún estaría allí. Afortunadamente el Pelusilla abrió el otro ojo y tras echarnos un vistazo, eligió la mejor opción y le dijo a él algo que sonaba aproximadamente como ¡fuera!. Yo me animé y jaleé. "Venga, venga" - dije en tono de broma para que no se ofendiera - "¡Los niños fuera!". El muchacho se ofendió y se fue mientras en mi fuero interno me preguntaba, al mirar a mi chico atontadito... no en todo caso lo que ustedes están pensando, que no sé lo que será. Más bien pensaba en que nunca he sabido elegir.