lunes, 31 de marzo de 2008

Suplemento cultural, informativo de los lunes: Novios Fractales

que no es lo mismo que novios clonados, aunque se parezca. Todo el mundo sabe lo que es un novio clonado: ¡una pesadilla! Imagina si tuvieras algo que esconderle. Te despides de él cariñosamente y te vas al super donde de nuevo lo despides con cariño después de haberle dado los buenos días. Sales y no sólo miras atrás, a ver si te vigila, sino también a la ventana de casa y a los lados y hacia delante donde ¡sí! ¡Ahí está! Lo saludas cariñosamente y te despides girando la cabeza en círculos como la niña del exorcista. Un novio fractal, en cambio, es el que se repite sólo en sí mismo. Si lo colocas bajo el microscopio comprobarás que cada una de sus células es exactamente igual al chico que acaba de estar en tu cama donde lo convenciste para que se dejara observar a través del aparatejo en cuestión. Y si tuvieras un microscopio de más aumento, observarías que a su vez, cada una de sus células está compuesta de elementos más pequeños también idénticas en todo a tu novio. (No se recomienda repetir el experimento con frecuencia pues podrías llegar a soñar con él y al despertar llegar a creer que ése que está a tu lado es un clon y en definitiva, acabar un poco harta de tu novio). En resumen, un novio fractal es el que se repite tanto que conduce tu mente al caos. Tanto el clonado como el fractal, también se le puede llamar novio coliflor, pueden producir dolor de cabeza.
Un novio físico, en cambio, es el que está tan bueno que te gustaría clonarlo y convertirlo además, en fractal.

viernes, 28 de marzo de 2008

Las preguntas del sueco impasible


Las diferencias culturales no abarcan, según me indica mi experiencia, tan sólo al color de la piel y del baile, también influyen en la mente, esa manera distintiva de comprender y abarcar el mundo que nos rodea y del cual formamos parte, al menos temporalmente. La curiosidad toma distintos derroteros según el país del que se proceda. Nunca olvidaré las preguntas de mi impávido sueco:
- ¿Cuántos habitantes tiene esta capital?
- No los he contado - bromeaba yo sonriente para esconder mi ignorancia ante el hombre al que trataba de impresionar.
- ¿Cuál es el nombre de esta planta junto al coche?
- Pino
- Ya, pero el nombre específico, científico - sonreía (Cabrón)
- Pinus algus, no sé, no lo recuerdo exactamente - respondía dulce y segura de mí mientras pensaba en que si le respondiera Lelus preguntus se quedaría igual, el latín y el sueco no deben ser muy afines.
- ¿Cuántos visitantes recibe diariamente este parque?
Me rendí y me sinceré (buen comienzo para una relación)
- Pónmelo más fácil, anda, ¿no prefieres preguntarme cómo se llama mi padre o cuántos hermanos tengo? ¿O el % de algodón que tiene mi pantalón? (De ésta llevo chuleta)

viernes, 21 de marzo de 2008

El sueco impasible

No todos los extranjeros han de ser cálidos varones de ojos despiertos, negros y vivaces, de esos que te hacen sentir viva con sólo seguir los movimientos de sus sensuales músculos, coordinados y precisos. También los hay de piel clara y pecosa y que en la pista de baile podrían pasar por una más de las columnas que adornan el local. Me apoyé en uno, confundida y eso die pie a una conversación que derivó en cena, que pagamos a medias, lo cual aunque justifique, defienda y hasta alguna vez exija intelectualmente, hace que mi corazoncito tiemble y desfallezca recordando a Cenicienta, Blancanieves y todas ellas, a las que además veo en los ojos de los camareros que traen la cuenta, ajenos a la nueva realidad de Europa y sus costumbres. Estos suecos ni siquiera se dan besos cuando se presentan, lo cual me dejó con la mejilla al aire en la pista, hasta la correspondiente explicación.
Durante la cena, se armó tremenda trifulca callejera entre 2 machos aguerridos, la gran ballena azul y el ballenato joven y atrevido, debido al roce de sus carros y el local se vació en pro de la curiosidad y de la búsqueda del mantenimiento de la armonía social en la que todos nos involucramos. Entre 6 ó 7 de los comensales más fuertes lograron semi-sujetar a la gran ballena mientras que yo y otras dulces mujeres tranquilizábamos con dulces palabras al ballenato, al que convencimos sin demasiada dificultad de que volviese a su carro y se marchase rápida y dulcemente. Cuando volví a entrar en el local, estaba completamente vacío, sin camareros incluso, a excepción de mi sueco que de espaldas a la ventana, continuaba tranquilamente despachando su cena. Desconfiada eché un vistazo a la mía, no la había tocado. Me senté y le expliqué para que no se llevase mala impresión que lo que acababa de ocurrir no era algo habitual en mi país pero me pareció que la esencia de Europa se mantenía apaciblemente ajena a otras realidades.

viernes, 14 de marzo de 2008

Lapares

Mi amiga Lapares, a quien su ginecólogo llama angelito mientras la explora en busca del preservativo perdido, me asegura que en contra de la creencia general, los hombres son diferentes (entre sí). Y aporta, en pro de su argumentación, dos involuntarias experiencias:
A) Aparcamiento de la piscina. Decide quitarse la ropa e ir con el bikini, que lleva debajo, hasta el césped. Se saca la camisa e inmediatamente ve a un caballero contemplándola con ojos desorbitados y bajos a un tiempo, azorado, arrobado, culpable... a todas luces, confuso. Antes que pase 1 segundo, pudoroso y aterrorizado, gira bruscamente la cabeza y se aleja. Ella baja la vista para comprobar lo que ya intuye: el bikini se ha rodado impúdicamente dejando un pecho al aire. Ni rastro del señor que ha huído despavorido, es de suponer, por su aspecto, que con la anécdota grabada a fuego entre los tesoros de su memoria.
B) En cambio el otro día, sigue convenciéndome, sale a la terraza de su casa con una batita corta que apenas cubre el comienzo del muslo y debajo unas braguitas transparentes por todo atavío. Se inclina, pompis arriba, para coger el cacharro de comida del perro y se da la vuelta para encontrar la mirada de un desconocido radiante que la saluda con una gran sonrisa de oreja a oreja, aposentado, aparentemente comodísimo y por toda la eternidad, en el tejado del vecino. Están de obras. Tras el impacto, ella responde educadamente a su efusivo saludo, mientras el obrero contempla las distancias, en horizontal y vertical, que hay entre ambos. Esta vez es mi amiga la que huye al interior de su casa, echando la llave. Catiks, ojo al dato, si no tenéis criptonita, cuidadito con Superman.